La educación inclusiva, ¿es realmente inclusiva?

Desde que el gobierno anunció, hace unos días, su nueva ley de educación, son muchas las familias que han puesto el grito en el cielo. Sobretodo familias con hijos que presentan alguna discapacidad.

La propuesta del Ministerio de Educación es que la escuela ordinaria sea más inclusiva que nunca y esto se va a conseguir dejando las escuelas de educación especial para los casos más graves.

La idea, en principio, no es mala. Pero tiene un problema: ¿cuántos recursos económicos y humanos se van a destinar para conseguir ese objetivo?

Por experiencia propia, sé que hasta las escuelas que actualmente llevan la etiqueta de «inclusivas», en realidad solo tienen eso, la etiqueta. Conozco profesionales que trabajan en estos centros y ellos mismos reconocen que ni tienen los suficientes recursos económicos para dar un servicio en condiciones, ni tienen el personal suficiente para poder atender a todos los niños que necesitan una atención «especial».

Es más: en Catalunya ya hace unos años que el gobierno ha decidido que TODAS las escuelas sean inclusivas pero no ha invertido los recursos necesarios. Hay niños que van al aula ordinaria, que necesitan más apoyo que los demás compañeros, pero no tienen un profesional que les pueda dedicar una atención más personalizada dentro de esa misma aula ordinaria. Esto les crea inseguridades y frustraciones porque no pueden seguir el ritmo del grupo y puede que empiecen a convertirse en el blanco de burlas de sus compañeros o a ser despreciados.

Por otro lado, las maestras y maestros no pueden estar pendientes todo el rato de 2 o 3 niños, porque tienen 25 más a los que atender. Esto también provoca estrés en estos profesionales y la sensación de no poder llegar a todo, con lo que, muchas veces, aunque ellos no quieran o no se den cuenta, van dejando estos niños de lado. Se necesitan más profesionales de apoyo dentro del aula.

Hay muchos niños que necesitan ese apoyo permanente y, si no se les va a dar, si no se tienen los recursos suficientes, es mejor no dejarles sin su escuela de educación especial. Aquí os dejo el caso de una niña con Síndrome de Down que lo ejemplifica muy bien. A la escuela se va a aprender, pero el bienestar físico y emocional de estos alumnos también es importante.

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